domingo, 22 de mayo de 2011

Dos gotas de agua

 Pasión, lujuria, deseo, besos, lágrimas. Todo se concentró aquella noche entre las sábanas de la cama, en el suelo, en la ducha, dejando rastros de romanticismo por donde pasaban. Sus cuerpos, dos imanes imposibles de separar. Sus labios recorrían su cuerpo, su cuello, su espalda, su pecho…  Ardientes, ella era pura dinamita y él la única cerilla capaz de hacerla explotar. La única persona capaz de hacerle sentir un pequeño escalofrío con solo tocarla. Él era su droga, su dulce y mortal veneno. Ambos eran su punto débil.
 Su pelo negro revuelto, sus manos perdidas entre un mar de pura sensualidad, sus ojos brillantes como dos pequeñas estrellas caídas del cielo. Sus pies jugaban con delicadeza.  El rojo tenía sus mejillas. Ella sonreía y él con ella. No querían que aquella noche se acabara, querían hacerla eterna. Cada hora sobre su piel se convertía en un segundo.
Pequeñas gotitas de sudor caían en sus ombligos y formaban charquitas de amor que pronto se evaporarían. Le gustaba susurrarle cosas al oído, promesas que probablemente nunca se cumplirían pero que les gustaba soñar con ellas, pensar que un día se podrían hacer realidad.  Le gustaba hacerle sentir especial, decirle cada instante de su vida que la amaba. Miles de caricias recorrían sus piernas. Dedos juguetones que hacían corazones de ternura sobre el pecho. Dos personas, unidas en cuerpo y alma que formaban un solo ser, invencible, capaz de aguantar cualquier tormenta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario