jueves, 17 de noviembre de 2011

Pájaro negro


Estaba en mi tejado cuando un pájaro de grandes alas oscuras se posó sobre mí, me abrazó y desaparecí. No sé dónde estoy, solo sé que no sigo ahí, tampoco estoy allí y puede que tampoco esté aquí.
Alas de infinita amargura y desesperanza, ¿a dónde me habéis llevado?
Plumas negras impregnadas de apatía, ¿qué habéis hecho conmigo?
Saberlo no quiero, solo pretendo sentarme en un rincón y abrazar nuevamente a mi vieja amiga la soledad y que me cubra con su manto de nostalgia. Que la única luz que pueda iluminarme sea la de las estrellas y que con su muerte brillante iluminen mi pedregoso camino colmado de guijarros y zarzas acechándome, pues quieren herir mis pies descalzos.
El viento vuelve a deleitarme con sus melancólicos cantares de desamor y funestas tragedias intentando arrancarme una débil, triste, cristalina pero suculenta lágrima de mis ahora opacos ojos mientras el gélido frío de la noche me grita que me quedaré en este lugar y solo esa pícara ave podrá sacarme de aquí.
Las grandes nubes grises que se hallaban en el horizonte comienzan a irse para darle paso a la Luna cual personaje secundario en una obra de teatro.
Les pido que me lleven con ellas y así poder volver a mi tejado y continuar contemplando el mar. Hacen caso omiso y desaparecen, abandonándome, como los suspiros que ahora salen de mi boca huyendo de mis penas y pesares… yo también huiría, pero mentiría si dijera que sé a donde.
Puede que con la ayuda del efecto erosivo y destructor del paso del tiempo me vaya borrando y por fin desaparezca.
Tú, pájaro negro, no me echarías de menos. Me has dejado hundida en la más absoluta miseria sin yo saber el porqué, pero a pesar de ello, no te guardo rencor. Lo único que deseo es que vuelvas a por mí, me abraces de nuevo y desaparezcas.