domingo, 22 de mayo de 2011

El amor, las cuatro estaciones

 Primavera. Fruto de una semilla enterrada en la tierra de la amistad y regada con cariño floreció una pequeña flor roja, como la pasión, llamada Amor.
Una flor que en su primera estación está más viva que nunca, pura y limpia.
Cuidan de ella todos los días, con simples frases formadas por dos palabras, caricias y abrazos que actúan en ella como el mejor abono. Suaves brisas y delicados rayos de sol hacen que la flor crezca y así poder ser inmune a todos sus enemigos.
Verano. La flor permanece como en su primera estación pero pequeñas impurezas comienzan a atacarla, plagas de celos, el insecto de la desconfianza.
Sus pétalos comienzan a arrugarse, se vuelven de color marrón, se va debilitando.
Pero permanece con fuerza incrustada en la tierra, el fuerte calor no conseguirá debilitar más sus pétalos, son lo suficientemente fuertes como para aguantar los fuertes rayos del sol.
Otoño. Los pétalos caen, no aguantan más dolor, las plagas son demasiado fuertes como para combatirlas.
Han caído todos los pétalos, la flor, ya desnuda, comienza a notar el frío del invierno que pronto llegará, penetrando en sus fuertes raíces, raíces que en verano pensaron que nunca se secarían, raíces que no pensaron en los vientos y las lluvias del otoño que conseguirían hacer que las raíces se fueran desprendiendo del suelo.
Invierno.No queda rastro de la flor, yace bajo un grueso manto de nieve, gélida, que hace que la flor sea incapaz de percibir el dolor, darse cuenta de que ha muerto, su belleza se ha evaporado, ya no es lo que en un momento fue.
Ahora espera a ser arrastrada por las fuertes lluvias del olvido con la esperanza de que una nueva semilla vuelva a caer y llegue, con esa semilla, un nuevo verano.

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