Enmascarada.

Se levanta cada mañana y se pone su máscara. Una máscara de piedra. Le hace creer a la gente que nada le afecta, nada es capaz de atravesarla, fría y segura de sí misma. Carece de sentimientos que enternezcan o ablanden. No es de esas que tienen sentimientos que signifiquen querer. Le apasiona ver que se arrastren por ella, cualquier indicio de odio hacia su persona hace que crezca, la alimenta. Vive del dolor y sufrimiento de los demás, vive de sus lágrimas y últimos alientos de vida, la hacéis indestructible. Es capaz de hacer que te retuerzas de dolor con solo una mirada y una sonrisa. Planta zarzas allá por donde pasa.
Su corazón se metamorfosea y se transforma en un minúsculo trozo de carbón incapaz de sentir, de un color negro intenso, al igual que sus ojos, dos perlas negras, dos pozos profundos y vacíos.
Pero es capaz de soñar, sueña con que le regalen el cielo y ser perdonada.
Las puertas del infierno a ella se las cerraron, un pequeño ángel caído, desterrado.
Encuentra la violencia escondida en sus amargos labios, que te invitan a probarlos, sentirlos y morir en ellos. Encuentra el cataclismo encerrado en sus pupilas.
Sale a pasear los días de tormenta, le gusta sentir la lluvia cayendo por su piel y así poder sentirse limpia, que el frío hiele su nariz y le impida respirar, que el humo de un cigarro le queme la garganta, que su saliva se vuelva espesa y le ahogue, que le haga llorar y sentirse así vulnerable.

Al verla se te escama la piel, el tiempo se para, las hojas no se mueven, el cielo se nubla y sabes que por ahí pasa ella, la enmascarada.